El marco natural de la ciudad de Arequipa es una campiña muy verde dedicada a la pequeña agricultura y ganadería, a la vez que conforma un espacio de alto valor paisajístico. Visitar la campiña, tanto como los pueblos tradicionales que se levantan en diversos puntos de esta, permite al viajero conocer al campesino tradicional – el “loncco”- un personaje fuerte y trabajador que suele alternar su diaria labor con la afición por las peleas de toros, una manifestación cultural única en el Perú. Si hay algo que distingue al valle de Arequipa es su luz, clara y nítida, la que inspira a los célebres acuarelistas locales que siguen una tradición artística dada por los grandes maestros Vinatea Reinoso y Teodoro Núñez Ureta, entre otros. Los pequeños pueblos se despliegan en la proximidad del río que riega las laderas y nutre a los fértiles andenes trabajados con maestría por los arequipeños ancestrales, en armonía con la naturaleza. Actualmente Arequipa invierte en preservación para proteger la campiña y los pueblos, elementos que siguen dando salud a las poblaciones locales y a la capital. Este entorno también alberga picanterías que aportan a la ruta del viajero, el sabor único de la gastronomía arequipeña.