La estirpe morisca de la ciudad virreinal de Arequipa salta a la vista con la cantidad de torres y campanarios que se yerguen sobre los techos de las distintas edificaciones. El centro histórico de Arequipa y ciertos barrios apartados de la ciudad, contienen templos propios de la mayoría de órdenes religiosas españolas, todas construidas en sillar, desplegando en sus portadas expresiones acabadas del barroco mestizo. En sus interiores los retablos cubiertos de pan de oro contrastan con el blanco de la piedra en muros de los que cuelgan lienzos de las escuelas pictóricas del sur andino, muy activas en los siglos XVI y XVII, así como de artistas europeos. Algunas de ellas muestran pinturas murales de distintos momentos de la historia, de raigambre mestiza, además de imágenes de Cristo, María y diversos personajes del santoral cristiano. En estos templos se celebran la liturgia regular y la propia de las festividades, de modo que funcionan también como manifestaciones de la cultura viva arequipeña